Cuando nacemos de nuevo por la fe Jesucristo, tenemos gratitud y gozo por el perdón de nuestros pecados, por la salvación de nuestra alma. Por la libertad espiritual y la paz que sentimos.
Además el Espíritu Santo revela a nuestro espíritu, el amor de Dios, su bondad, protección, hermosura y santidad. Como consecuencia de esto tenemos el deseo de alabar y a adorar Dios.
Le alabamos porque sentimos la necesidad de expresar nuestro gozo y alegría por conocerle, por que nos ha dado la salvación y la vida eterna, por tantas cosas que nos da y lo hacemos orando o cantado sobre su grandeza, su amor, su poder, su protección, su misericordia, su santidad, sus muchas virtudes y bendiciones etc.
Cuando le adoramos tenemos la necesidad de expresarle nuestro amor, nuestra gratitud, admiración por lo que El es, por lo que El hizo y hace por nosotros todos los días, además sentimos la necesidad de sumergirnos en su amor, en su presencia; quedamos extasiados de su hermosura y su gloria ya que en la adoración El se revela a nosotros en una manera especial y de mil maneras diferentes hasta a veces “sentirlo” con nuestros sentidos físicos teniendo una sensación de paz y gozo inigualables aquí en la tierra.
Es el amor respondiendo al amor, es la demostración mas plena de gratitud, de corresponder a una relación de amor mutuo y bi-direccional, de demostrar nuestra admiración, respeto, asombro y reverencia. Es como sumergirnos en parte en su gloría y vivir por momentos en “la atmosfera” del cielo. Muchos hemos descubierto lo que descubrió el rey David y lo expresó a Dios en el Salmo 16:11 “En tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre”.
Es mi oración para que tú descubras también estas maravillas que llevan a un gozo indescriptible que es como un muy pequeño anticipo de lo que viviremos eternamente en el cielo. ¡Acércate a El en oración y comienza a alabarlo y adorarlo, y experimentarás algo que es puramente sobrenatural y maravilloso!
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