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Jesús oró....

Jesús oró a Dios Padre para que el mismo amor que Dios Padre tiene para con Jesús esté en nosotros y El (Jesús) viva en nosotros. S. Juan 17:26.

"Para que el amor con que me has amado esté en ellos y YO EN ELLOS"

S. Pablo dijo inspirado por el Espíritu Santo:

"Todas vuestras cosas sean hechas con amor"
1 Corintios 16:14.

Recuerda: Si tú eres un cristiano verdadero, entonces,
tu debes ser y serás como Cristo. 1 S. Juan 3:2.

¿Y como es Jesús?

Cuando Jesús estaba en la tierra era amigo de los pecadores, El no vino a condenarlos sino a salvarlos.
S. Mateo 11:19; S. Lucas 7:34; S. Juan 3:17.
El los amaba y no los despreciaba. Jesús los amaba a ellos, no a su pecado.
Ellos se sentían bien cuando estaban con Jesús y se maravillaban de las palabras de aliento que salían de su boca. S. Lucas 4:22; S. Juan 7:46.
Jesús no los condenaba sino que los transformaba con su amor.
El les reprendía y señalaba su pecado, pero lo hacía con genuino amor.
La verdad dicha con amor era bien recibida por las multitudes.
Al mostrarles amor (y ellos captaban que los amaba de verdad) hacía que las personas le permitan decirles la verdad y aceptaran sus palabras de vida eterna.
El vino a librarlos de la esclavitud del pecado.
Vino a buscar y salvar a los perdidos.
Jesús no les ponía más cargas sino que se las sacaba. Mateo 11:28.
Incluso las cargas de reglamentos y tradiciones religiosas añadidas por los hombres a la palabra de Dios.
Nosotros, como Cristianos, debemos aprender a tratar a los pecadores como los trató Jesús, con los brazos abiertos y con respuestas a sus problemas, llegando a ellos con genuino amor y ayuda, liberándolos de toda atadura espiritual, condenación y carga.
Esto se logra al mostrarles el camino a Jesús, su amor, su disposición a perdonar y lo que hizo por nosotros
(los hombres) para salvarnos.
El amor de Dios ya ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Romanos 5:5.
Entonces debemos dejar que el amor de Jesús fluya principalmente con amor y comprensión por los perdidos, por los ignorantes de la voluntad de Dios y por los que se han extraviado de su camino.
Debemos amarlos y no condenarlos, debemos predicarles las buenas nuevas del Evangelio y procurar que reciban la vida eterna al recibir a Cristo en su corazón.

¡Que Dios nos ayude en esta tarea y que seamos cada vez más y más como Cristo!

Gustavo Isbert

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