Ya hemos hablado de dos experiencias cristianas básicas, siendo la más
importante la salvación, y en segundo lugar el Bautismo con el Espíritu Santo.
Ambas se dan en forma gratuita a quienquiera que las pida y nada puede hacerse
para ganarlas.
También puede darse un paso vital, que podríamos denominar consagración. Los dos primeros pasos los ofrece
Dios para nuestra aceptación, mientras que en la consagración, nosotros nos
damos a Dios:
"Así que, hermanos, os ruego... que presentéis vuestros cuerpos en
sacrificio vivo, santo (consagrado), agradable a Dios, que es vuestro culto
racional." (Romanos 12:1.)
Pablo esta hablando a los "hermanos", a creyentes que son
salvos y sin duda bautizados en el Espíritu Santo. La consagración es algo
que nosotros hacemos, pero
únicamente Dios nos da la capacidad para ello. Significa someter nuestra
propia voluntad a Dios en la más alta medida posible para que su perfecta voluntad
pueda manifestarse en nosotros y a través de nosotros. Este paso es una
respuesta a la oración que dice:
"Venga tú reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también
en la tierra (en vasos de barro(2 Corintios 4:7.)” (Mateo 6:10.)
1 Otros
términos usados al mismo fin son: entrega, discipulado o dedicación.
Lo que en realidad quiere decir es que debemos permitir a Jesús que sea
EL Rey y Señor de nuestras vidas.
"¿Y quién quiere hacer hoy ofrenda voluntaria a Jehová?"
pregunto el rey David a su pueblo. (1 Crónicas 29:5.) El pueblo de Israel
respondió voluntariamente y "de todo corazón"; dieron de sí y dieron
sus bienes para la construcción del templo del Señor. A continuación, David
elevó una hermosa oración, terminando con las conocidas palabras:
"Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tus manos lo damos."
(1 Crónicas 29:14.)
Nosotros y todo lo que tenemos, pertenece a Dios, pero habiéndonos dado
libre albedrío, tiene que esperar a que seamos nosotros quienes le retribuyamos
voluntariamente.
De la manera en que
somos salvos cuando por vez primera recibimos a Jesús, y sin embargo nuestra
salvación continua día a día; de la manera en que recibimos el Espíritu Santo
en un determinado momento, de una vez y para siempre, pero debemos permitirle
que nos llene día a día; así también tenemos que efectuar el acto inicial de la
consagración, que también tendrá que ser renovado día a día, reuniendo las
facetas de nuestra vida que parecieran haberse apartado de él, y juntarlos en el sitio donde deben estar. Muchos hay que han
nacido de nuevo y han silo bautizados en el Espíritu Santo, que no se dan
cuenta de la necesidad de consagrarse. Y, sin embargo, la consagración es el único camino para una vida plena
y victoriosa en Cristo.
La consagración se produce, entonces, cuando optamos caminar con
Jesús, día a día; significa poner a Jesús en primer lugar en nuestras vidas y
caminar con é1. "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas." (Mateo ó:33.) Jesús nos ha prometido
estar siempre con nosotros, pero el creyente no consagrado pretende que Jesús
le acompañe adonde él quiere ir, en tanto que la persona consagrada sigue a
Jesús adonde Jesús quiere ir. Jesús dijo: "Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día (someta su propia voluntad
cada día) y sígame (Lucas 9:23)
Al llegar a este punto alguien puede plantear lo siguiente: "Todo
esto suena muy bonito, pero ¿cómo aprender a hacerlo?" El mejor consejo
que podemos dar es que debemos descubrir la diferencia que existe entre alma y
espíritu. Ya hemos mencionado la importancia de comprender que no estamos
reducidos a dos partes, -alma y cuerpo- como los anímales, sino que conformamos
tres partes: espíritu, alma y cuerpo.
El espíritu (pneuma) es la parte mas recóndita de
nuestro ser, que fue creado para tener comunión con Dios. Estaba muerto
"en delitos y pecados" y cobró vida al hacernos cristianos, y Dios
vino a morar justamente allí. Es en nuestro espíritu donde subyace ese conocimiento
o testimonio interior de la voluntad de Dios. En la carta a los Colosenses
leemos: "Porque en él (Jesús) habita toda la plenitud de la Deidad (Trinidad), y
vosotros (los cristianos) estáis completos en él." (Colosenses 2:9-10.) En
el evangelio de Juan , leemos lo que
dijo Jesús: "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y
vendremos a él, y haremos morada en é1." (Juan
14:16.) ¿Qué más podemos pedir cuando el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
viven en nuestro espíritu? Esta es la parte de nuestro ser denominada
"nueva criatura" sitio en el cual nuestro espíritu se ha unido al Espíritu
Santo y se han hecho uno solo. (1 Corintios 6:17.) Con frecuencia, esta es la
parte más descuidada de nuestro ser, siendo, como es, la mas importante.
El alma (psiquis) es la parte del hombre que lo
ha gobernado siempre, desde la
caída. Esta compuesta de tres partes: el intelecto la voluntad y las emociones.
El alma del cristiano ha llegado a un punto en que puede ser puesta en orden;
todavía es una mezcla de bien y de mal. Resulta maravilloso cuando el alma se
somete a Dios; pero cuando no lo está, puede bloquear lo que Dios quiere hacer
en nosotros y a través nuestro. Si bien el "viejo hombre" fue
crucificado con Cristo, todavía quedan restos del desorden que dejó allí desde
la época en que dominaba nuestra alma; la tarea de limpieza -en lenguaje
bíblico- se llama santificación. ¡Esta esfera es un verdadero campo de batalla!
Es el campo del "yo" que Jesús quiere
que neguemos.
E1 cuerpo (soma) es el ámbito de los cinco
sentidos gusto, tacto, olfato, vista y oído. El cuerpo es la casa donde habitan
el alma y el espíritu, y el cuerpo del cristiano pasa a ser el templo del Espíritu
Santo. (1 Corintios 6:19) Con el bautismo en el Espíritu Santo el cuerpo se
llena hasta rebosar con la gloria de Dios. En tanto nuestros cuerpos -que
todavía conservan tendencias a caer- no controlen nuestras vidas, antes bien son
controlados por el Espíritu Santo y por nuestro estado de "nuevas
criaturas", expresaran la hermosura y el gozo del Señor. Dios tiene sus
planes con respecto a nuestros cuerpos físicos, y los ejecutará en la medida en
que seamos obedientes a la inspiración del Espíritu Santo y de su Palabra,
referidas a su templo. Dios quiere que "seas prosperado... y que tengas
salud, así como prospera el alma". (3 Juan
1:2.)
Nuestra situación en la vida puede ser comparada a lo que puede ocurrir
en un gran trasatlántico. El capitán ha estado gravemente enfermo y durante el
prolongado período que duró su enfermedad, no pudo ejercer el comando de la nave. La tripulación,
bien entrenada, supo muy bien lo que tenía que hacer y tomó el control.
Desgraciadamente, sin conocer ni el destino ni el propósito del viaje, navegan
por el Océano sin rumbo fijo. Se suscitan disputas entre ellos, y queda muy
poco combustible. Desde el momento en que no conocen el arte de la navegación
y por lo tanto como llegar a un puerto, no pueden reabastecerse. ¡La situación
se ha tornado grave! Milagrosamente, mejora el capitán, pero se da cuenta que
le demandara un tiempo ganar nuevamente el control del buque. De vez en cuando
la tripulación le presta atención, pero las mayoría de las veces le dicen
"Vea, señor, hemos navegado mucho tiempo sin su ayuda, y sabemos hacerlo.
Déjenos en paz."
Nuestro espíritu, unido al Espíritu Santo, es quien debe -presuntuosamente-
gobernar nuestra alma, y nuestra alma sometida debe -también presuntuosamente-
gobernar nuestro cuerpo. Pero por mucho tiempo, sin embargo, desde el momento
en que nacimos, nuestro espíritu ha estado fuera de acción y nuestra alma y
nuestro cuerpo han actuado por su propia cuenta. ¿Qué tiene que hacer el
capitán del barco para tomar nuevamente el control? Lo que la tripulación
desconoce es que las cosas volverán a la normalidad y todos serán felices,
solamente cuando el capitán, con sus mapas y su brújula, y su conocimiento
del mar, logre recuperar el control total de la situación. Además
el capitán también sabe coómo manipular la radio para pedir ayuda y dar indicaciones
sobre la posición del barco, solicitando combustible y otros elementos
necesarios. La paz y la felicidad volverán a reina r
en el barco en el memento en que el capitán retome el control.
Para el cristiano, inmediatamente después de su bautismo en el Espíritu
Santo, la presencia de Dios resulta tan real, que no le demanda ningún esfuerzo
colocar a Dios en el primer lugar. Está primero en nuestra mente temprano a la
mañana, es el tema favorito en nuestra conversación durante el día. Y es e
último en quien pensamos antes de retirarnos a dormir. Su espíritu renovado
(el capitán) esta por encima de su alma (la tripulación), y el cuerpo (el
barco) funciona de acuerdo a las directivas del capitán. Sucede que en algunas
personas esta paz y orden duran más que en otras, pero bien pronto el alma
comienza a forcejear para recuperar el control que le corresponde. Para que
todo se desarrolle en orden, el cristiano tiene que tener una idea bien clara
de la diferencia que hay entre su alma y su
espíritu. Y esto lo puede
saber aplicándose al estudio de las Escrituras.
"La Palabra
de Dios es viva y eficaz, y mas cortante que toda espada de dos filos; y penetra
hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón." (Hebreos 4:12.)
¿Por qué la Biblia
insiste en la necesidad de establecer una clara división o separación o
distinción entre el alma y el espíritu? El alma, como ya lo hemos dicho, es
una mezcla de bien y de mal. La
Biblia nunca nos dice que debemos caminar o vivir en el alma,
pero sí nos repite una y otra vez "andad
en el Espíritu", "vivid en el Espíritu", "orad en el Espíritu",
"cantad en el Espíritu" ¡Nuestras almas podrán ser limpiadas,
curadas, restauradas y utilizadas para la gloria de Dios, en la medida en que
aprendamos a caminar en el Espíritu, sometiendo nuestras almas al
Espíritu de Dios! Las palabras del salmista David nos parecen apropiadas a
este respecto:
"Junto a aguas de reposo me pastoreará; confortará mi alma."
(Salmo 23:2-3.)
De la misma manera que somos tres partes -espíritu, alma y cuerpo-
nuestras almas también están formadas por tres partes: intelecto, voluntad y
emociones. Nuestro intelecto con
forma una de la áreas mas difíciles de nuestra alma, en el intento de
someternos a la obra del Espíritu Santo. Pareciera que es el que más hondo ha
caído a causa del pecado original, ya que justamente fue el intelecto el que
incursionó en las zonas prohibidas por Dios, y por allí entró el pecado en el
mundo. Dijo al tentador: "Sabe Dios que el día que comías de él, serán
abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal"
(Génesis 3:5.)
Y desde entonces el hombre ha vivido de acuerdo a los razonamientos de
su intelecto. Desde el primer grado de la escuela primaria se nos ha enseñado
que el intelecto es la parte más importante en nuestras vidas, pero la
educación no constituye la respuesta completa para cambiar el mundo. (La madre
de Dennis solía decir: "¡Si educamos a un diablo, lo más que podremos
obtener es un diablo capaz!"). Satanás es un embaucador más hábil que el
más hábil de los abogados criminalistas; no nos cabe la menor duda de que podrá
engañar nuestro intelecto, si nuestro intelecto es lo único con que contamos.
Nuestra mente ha logrado acumular
informaciones buenas y malas, verdaderas y falsas, y aun después de la
conversión y del bautismo con el Espíritu Santo, toma tiempo efectivizar un
cambio. Sin embargo, el intelecto es algo maravilloso siempre que este sometido
a Dios y haya sido renovado por el Espíritu Santo.
"No os conforméis a este siglo, sino transformaos”. Las palabras “transformado”
y “transfigurado” provienen del mismo vocablo griego metamorfo, (de donde viene la palabra metamorfosis).
“…por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual
sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Romanos 12:2.).
También dicen las Sagradas Escrituras: "Haya, pues, en vosotros
este sentir que hubo también en Cristo Jesús." (Filipenses 2:5.)
No aceptemos, como nuestra, cualquier idea que surja en nuestra mente.
Debemos investigar su origen preguntándonos a nosotros mismos: ¿Vino de Dios? ¿Vino
de mi nueva vida en Cristo? ¿Vino del enemigo? Es preciso que de inmediato
eliminemos de nuestra vida los
dardos de fuego y la dañina imaginación del enemigo. La tentación no constituye
un pecado en sí, pero lo es cuando .nos solazamos con la tentación,
que en última instancia nos hará caer en la mala acción. La Biblia dice "Refutando
argumentos, y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y
llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo." (2 Corintios
10:5.)
El "conocimiento de Dios” es que el creyente es una nueva criatura, de ahí que sus
pensamientos serán sanos y buenos. Todo otro pensamiento que viene del enemigo
o de la villa del alma y debe ser resistido. El creyente debe oponerse
permanentemente a esos pensamientos desviados (se hará mas fácil el esfuerzo con el correr del tiempo) o, de
lo contrario, volverá a su vieja manera de ser. Watchman Nee2 el
gran líder chino, dice que hay muchos hijos de Dios que tienen corazones nuevos
pero cabezas viejas.
La expresión "refutando argumentos" en el pasaje precedente,
significa que es necesaria nuestra cooperación y aquí es donde entra en acción
nuestra voluntad. La voluntad es el
núcleo del alma, el lugar donde se hacen las elecciones y se toman las decisiones.
Es el yo esencial, y ha sido usada para ejercitar la propia voluntad y no la
voluntad de Dios. Dios le entregó al hombre una libre voluntad para que
libremente pudiera decidir amarle, pero el mal uso que de la libre voluntad
hizo el hombre, causó la muerte de Jesús. El libre albedrío fue adquirido por
la muerte de Jesús. Dios nunca nos quita el libre albedrío, pero todos los
días debemos demostrarle nuestro amor a él, devolviéndole espontáneamente
nuestra voluntad. Esto, en otros términos, es la consagración
Dios no tiene ningún interés en que nosotros le obedezcamos como
autómatas, porque en ese caso no tendríamos poder de decisión. Todos aquellos
que aceptan que Dios se ha revelado en las Escrituras, y especialmente en
Jesucristo, saben perfectamente bien que Dios quiere criaturas que voluntariamente
desean que el haya dispuesto para ellos. No pierden sus voluntades;
conscientemente, activamente, gozosamente, acomodan sus voluntades a la de él,
porque sienten y conocen su
amor, y porque están respondiendo
a su amor. Dios nos dio libre albedrío, es decir, la potestad para elegir, para
que pudiéramos amarle libremente y obedecerle también libremente. Dios quiere
hijos, no robots. El Padre anhela la
obediencia de sus hijos, porque los ama y quiere lo mejor para
ellos. Los hijos, a su vez, desean obedecer al Padre, porque le aman.
Jesús, cuya voluntad era sin pecado y, por lo tanto, distinta de la
nuestra, sirvió de ejemplo cuando nos dijo: "No busco mi voluntad, sino la
voluntad del que me envió, la
del Padre. " (Juan
5:30.)
Pudiera darse el caso de tener miedo de someter nuestra voluntad a la de Dios , porque el enemigo
nos ha asustado diciéndonos cosas como: "Con toda seguridad que Dios lo
obligará a dejar la familia y lo enviará a un país lejano", o "Dios
te obligará a pararte en una esquina de tu pueblo a predicar a los
transeúntes." ¡No le prestemos atención!
Debemos dejar sentado con toda claridad en nuestra mente, de una vez
por todas, que Dios nos ama, y quiere lo mejor para nosotros; solamente andando
de acuerdo a sus planes podremos rendir una vida fructífera, ahora y por la
eternidad. ¡No debemos permitir que nada impida que Dios nos dé lo mejor!
También es la voluntad la que controla esa tercera parte de nuestras
almas: nuestras emociones. Las emociones son los "sentimientos"
del alma. Algunos cristianos tienen emociones que se parecen mucho a ese
conocido juego de los niños llamado Yo-Yo. Hoy sienten que son salvos; mañana
dudan y sienten que no son salvos. Hoy sienten que Dios los está guiando; mañana
no están seguros ni siquiera de si Dios sabe que ellos existen.
Como es obvio, nuestras emociones no son de fiar, y si procuramos guiar
nuestras vidas según sus dictados, terminaremos en una total confusión. Hemos
hecho mal uso de nuestras emociones en el pasado: arranques de mal humor,
cediendo a la autoconmiseración, etc. Nuestras vidas no pueden ser dirigidas
por nuestros sentimientos; también ellas son una mezcla del bien y del mal.
Debemos manejarnos por el conocimiento interior que nace en nuestros espíritus
y en concordancia con la
Palabra de Dios. "Los sentimientos no son hechos."
Por supuesto que esto no quiere decir, de ninguna manera, que la vida cristiana
deba estar desprovista de emociones, sino que Dios, en esta esfera de nuestra
vida, también tiene una tarea que realizar con respecto a la sanidad y a la
renovación de nuestro ser.
Si todavía no es una realidad en nuestras vidas, debemos dar ese paso
de la consagración, que resulta fácil cuando aprendemos a discernir entre lo
que es alma y lo que es espíritu. Es algo que exige nuestro consentimiento y,
cuando lo hacemos, se profundiza, y todas las demás cosas ocupan su lugar en
nuestras almas. No es pura casualidad que el capítulo cuarto de Hebreos hable
de entrar en el reposo de Dios, justamente antes de explicar la necesidad de
establecer una clara distinción entre el alma y el espíritu. El reposo es la
consecuencia de vivir en el espíritu y no en el alma, pero muchos cristianos
todavía tienen que aprender a reconocer esa diferencia. La salvación significa
un descanso para el espíritu del hombre. "Arrepentíos y convertíos, para
que sean borrados vuestros pecados; para que vengan a la presencia del Señor
tiempos de refrigerio." (Hechos 3:19.) Jesús dijo: "Venid a mí todos
los que estáis trabajados y cargados,
y yo os haré descansar."
(Mateo 11:28.) El bautismo en el Espíritu Santo significa un rebosamiento de
ese descanso que brinda reposo al alma. Isaías lo expresa de la siguiente manera:
"Porque en lenguas de tartamudos, y en extraña lengua hablara a este
pueblo, a los cuales el dijo: Este es el reposo; dad reposo al cansado; y este
es el refrigerio..." (Isaías 28:11-12.) El intelecto entra en reposo
cuando se somete a Dios, y el hablar en lenguas constituye uno de los medios
más importantes para dejar que el Espíritu Santo renueve y refresque nuestras
mentes y almas. En la medida en que aprendamos a negar a nuestras almas el
derecho de gobernarnos y caminemos en ese reposo con nuestras almas y
espíritus sometidos al Señor, podrá Dios eliminar la "madera, el heno y la
hojarasca" y establecer todo aquello que tenga valor permanente en
nuestras vidas. (1 Corintios 3:12-13.) Jesús dijo: "Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarles
descanso para vuestras almas." (Mateo 11:29.)
"Llevad mi yugo sobre vosotros." Cuando uno de los bueyes
(nosotros) es guiado por el otro (Jesús) estando ambos bajo el mismo yugo - los
dos están sujetos a servidumbre y deben transportar la carga - el buey guía
dirige al otro y soporta el mayor peso del trabajo. Cuando empezamos a acusar
el peso de la carga, podemos estar seguros que estamos quitándole al Señor la
dirección, y debemos retomar el lugar que nos corresponde, es decir, exactamente
a la par de él. El peso de la carga puede compararse a un termómetro espiritual
para advertirnos que el alma y no el espíritu esta tomando la iniciativa. La
pesadez nos está diciendo que nuestras almas no están reposando en Cristo.
Cuidémonos de no volver atrás, a la época en que actuábamos de acuerdo
a los dictados de nuestro pervertido intelecto, de nuestras emociones y de
nuestra propia voluntad, y en cambio mantengamos vivo el torrente que empezó en
nuestro particular Pentecostés; la mente de Cristo que se manifiesta en nosotros,
sus emociones fluyendo a través nuestro, y su voluntad cumplida en nosotros.
Esta oración podemos elevarla a nuestro Dios tal cual la transcribimos,
o utilizando nuestras propias palabras:
Amado Padre celestial:
Te agradezco por los
maravillosos dones de la salvación y el bautismo en el Espíritu Santo. ¡Las
palabras son inadecuadas para expresar mi gratitud! Reconozco que estos dones
son gratuitos y que me los has dado, no por méritos propios, sino simplemente
porque me amas. Ahora quiero darte lo único que tengo para dar... yo mismo.
Bien sé que tu voluntad con respecto a mi vida es maravillosa, y te pido que tu
perfecta voluntad se cumpla en mí y a través de mi persona, desde hoy en
adelante. Ayúdame para que mi voluntad se someta a la tuya y ambas sean una
sola voluntad. Pido a tu Hijo, Jesucristo, que venga y ocupe el trono de mi
vida para que el reine como Señor.
Sé perfectamente que esto no lo puedo hacer basado
en mis propias fuerzas, pero confío en tu potencia y en tu diaria dirección
para ayudarme. Gracias, Padre, por escuchar mi oración. ¡Alabado sea tu nombre!
Te lo pido en el nombre
del Señor Jesús. Amén.
4
Cosas muy importantes:
1.
La Salvación: Juan
10:9; Hechos 16:30-31; Romanos 10:9,13; Mateo 9:22; Lucas 7:50; Juan 3:16-17; Lucas 17: 19; 2 Timoteo 1:9; Tito 3:5.
2.
Bautismo en el Espíritu
Santo: Hechos 1:5, 8; 2:4;
Efesios 5:18; Hechos 19:6; 8:17; 9:17; Hechos 10:45-46; 11:16.
3.
Consagración, entrega
total a Cristo, decidir hacer siempre su voluntad:
4. Saber el propósito de Dios para su vida,
su llamado personal y enfocarse en él sin
desviarse nunca. “Dando fruto con
perseverancia”.
Buenas obras. Ya sabemos que las
buenas obras no nos dan el rótulo de buenos cristianos, pero la Biblia
nos dice repetidamente que Dios nos premiara de acuerdo a lo que hayamos hecho.
Amar al prójimo como a nosotros mismos significa alimentarlo cuando esta hambriento,
vestirlo cuando le falte ropa, visitarlo cuando esta enfermo o en la prisión. Y,
tal cual lo explicó Jesús, nuestro prójimo no se reduce a nuestro vecino, sino
a cualquier persona necesitada que recurra a nosotros. El apóstol Santiago
afirma que es una burla decirle a alguien que tiene hambre y frío: ¡Dios te
bendiga! ¡Caliéntate! ¡Aliméntate!", si
no hacemos algo para ayudarlos.
La acción social
de cristiano, de lo cual tanto se habla hoy en día, se reduce, en pocas
palabras, a la acción del cristiano en el mundo dondequiera se encuentre. No se supone que la
iglesia, como organización, se transforme en un factor de poder político, pero
los cristianos deben interesarse en la política, y traer sus convicciones con
ellos. La iglesia, como organización, no debe intervenir directamente en las
diferencias entre capital y trabajo, pero los cristianos que sean dirigentes en
el campo del capital y del trabajo, deben participar con sus convicciones cuando
se plantean las confrontaciones de los dos campos. El comerciante que está en Cristo, tratará a sus empleados como los
trataría Cristo, y los empleados cristianos rendirán su jornada de trabajo
como lo haría Jesús. La base de una verdadera "acción social" es
actuar según la premisa
establecida en 1 Juan 4:17:
"... como él es, así somos nosotros en este mundo."
En compañía de toda la familia debemos participar colaborando con la
obra de Dios sobre bases más amplias aun, ayudando al sostén del campo misionero,
ayudando en los proyectos de la iglesia local, etc. Por supuesto, debemos
contar con el Señor, quien nos dirigirá en todas estas cosas, pero que el
"esperar en el Señor" no se convierta en una excusa para no hacer
nada. El hacerla constituye una parte vital de nuestra vida y testimonios cristianos.
Cooperando con Dios. La palabra cooperar
significa simplemente "trabajar juntos", y la Escritura nos dice que
Dios quiere que seamos colaboradores con él. (1 Corintios 3:9: 2 Corintios
6:1.) Todo esto quiere decir que si bien Dios nos ha creado como seres libres,
él está pendiente de nuestra colaboración para introducir su amor al mundo.
El Señor Jesús no escribió ningún libro, pero el más importante de
todos los libros del mundo escribe sobre él; nunca viajó más allá de unos
pocos kilómetros de su lugar de nacimiento, y sin embargo trazó un plan para
alcanzar los lugares mas remotos del mundo. Después de limpiarlos de sus
pecados, llenó a sus seguidores con el amor, el gozo y el poder de Dios, y los
envió para derramar ese gozo, ese amor y ese poder sobre otros y decirles que
ellos también podían ser perdonados y llenados de la gloria y del poder de
Dios. En esto consisten las buenas nuevas, el Evangelio, y las personas que lo
escuchan y lo aceptan forman parte del pueblo de Dios, la Iglesia.
Es un método notablemente eficaz, pues si una persona recibe hoy a
Cristo, y al mismo tiempo recibe un mayor poder para testificar recibiendo el bautismo
en el Espíritu Santo, y mañana ayuda a otros dos a recibirlo, asegurándose de
que estos también sean bautizados en e1 Espíritu Santo, y a su vez esas dos
personas alcanzan a cuatro en el día subsiguiente, y esos cuatro ganen a ocho,
y se continúa en esa progresión geométrica, en un mes, es decir en treinta y
un días se habrán alcanzado y ganado para el reino de
Dios, !mil millones de personas! 1
1Esta multiplicación extraordinaria
se daría en el caso de que cada cristiano ganara solamente dos personas para
Dios durante toda su vida. Como es de imaginar, un cristiano que cuenta con el
poder de Dios debería orar pidiendo 1a oportunidad de testificar por Cristo
todos les días, para que durante su existencia centenares de personas fueran
ganadas para Cristo
Este es el principio
sobre el cual se basó Jesús para alcanzar al mundo: cada persona contándole a
los demás, y ellos, a su vez, a otros, hasta que sean millones los que estén
llenos de la gloria de Dios en toda la redondez de la tierra. Este plan de
acción ha sido iniciado una y otra
vez, y luego ha fracasado,
debido a la infidelidad y a lo olvidadizo del ser humano, y a la confusión y a las desviaciones provocadas por el
enemigo. Pero mayormente el fracaso se ha debido a que el mensaje fue
transmitido solo parcialmente: perdón sin poder. Hoy en día. sin embargo,
nuevamente es proclamado el "Evangelio completo", no solamente el
hecho esencial de que Dios perdona y ama a su pueblo, sino que al hacerlo les
da poder para ganar a otros. El plan de Dios es que millones de hombres y mujeres,
y también de niños, en todo el mundo, sean portadores de su mensaje de amor,
perdón, sanidad y poder para toda la humanidad. Estamos viviendo la
era del reavivamiento de la iglesia, ¡y es algo tan emocionante! En todo el mundo la gente está descubriendo
qué maravilloso es hablar a los demás sobre Jesús y el poder del Espíritu Santo,
¡y sabemos que el plan de Dios no fracasará! Bien pudiera ser este el último
avivamiento antes de la venida del Señor. Esperamos y oramos para que este
libro ayude a muchos a cooperar con
Dios y que, como hijos y colaboradores seamos llenados, hasta rebosar, con su
gran gozo.